Esta raza, resistente y con muy pocas enfermedades, surgió en Escandinavia (sobre todo Islandia) entre los siglos IX y X, y parece que era objeto de culto en la mitología nórdica. Su aspecto actual se debe a siglos de selección natural y genética. El caballo islandés gusta especialmente a los niños, porque tiene una alzada parecida a la de los ponis, pero con la suficiente fuerza como para llevar sin esfuerzo a un adulto.
El caballo islandés tiene dos tipos de aires (formas de andar ademas del tradicional paso, trote y galope) adicionales: el “tölt” y el paso veloz. En ambos casos parece que el caballo flote junto con el jinete; estos aires no son solo imponentes y majestuosos, sino también extremadamente rápidos: en el paso veloz un caballo islandés puede alcanzar una velocidad de entre 40 y 50 km/h.
Este caballo robusto vive todo el año al aire libre en su país de origen, Islandia, en condiciones semisalvajes. Los vientos gélidos y el paisaje árido no suponen un problema para él porque tiene un pelaje muy grueso, especialmente en invierno.